Resumen
La tradición pacifista, el compromiso humanista, una presidenta con formación científica, la calidad de miembros del gabinete y el contraste con las tendencias políticas opuestas a nivel mundial, hacen que México sea un manantial de esperanza y optimismo donde articular sueños que cambien el futuro de México, del ser mexicano, de la Humanidad y de lo viviente en la Tierra. Estamos en una encrucijada en la Humanidad ante el reto de su destrucción por el cambio climático, la destrucción de una biodiversidad resultado de más de 3 mil millones de años de evolución, el mayor riesgo de conflagración nuclear que hemos vivido (Hennigan, 2014), la exacerbación del miedo, el poder de la violencia, la intolerancia, las adicciones, la pérdida de civilidad, las tremendas desigualdades, y la polaridad Norte-Sur de poblaciones a nivel mundial. Estamos ya viviendo la Historia redondamente única de la Humanidad interconectada en tiempo real, por lo que al transformar a México transformamos a la humanidad. No estamos solos. Nuestro presente altamente tecnológico está en manos de una sociedad tremendamente salvaje, con un cinismo prácticamente universal de leyes maravillosas que prácticamente describen la antítesis de la realidad. Hemos llegado hasta aquí, en buena medida por el uso torcido de capacidades únicas de nuestra especie que se manifiestan en una ciencia y tecnología frecuentemente indistinguible de la magia. Con esas mismas capacidades bien dirigidas podemos organizar una transformación social hacia una nueva humanidad. ¿Cómo? Con claridad del momento, de nuestra naturaleza humana y de a donde queremos ir; con metodología antigua y de frontera, y sobre todo con la firme determinación política de su implementación en todos los ámbitos sociales. Esta última es esencial para no contribuir más al cinismo de bellas palabras sin hechos que las acompañen. Es por tanto fundamental convencernos de la oportunidad extraordinaria en el vértice que reúne México Octubre 2024, con el 60% del voto, con una sociedad y planeta fracturados por el monstruo de la violencia, pero con conocimiento como nunca de nuestra naturaleza humana en la década precisa de un “telescopio Hubble del lenguaje” que puede revolucionar nuestro modo de entender el mundo como lo hicieron en su momento el origen del alfabeto, del libro y de la imprenta (Vallejo, 2022).
Hace 70 mil años la revolución cognitiva abrió la puerta a la capacidad simbólica más poderosa del planeta con el origen del lenguaje humano, el simbolismo más preciso para el pensamiento (Bolhuis et al., 2014). Brotaron capacidades únicas a nuestra especie que seguimos descubriendo, como imaginar lo invisible y planificar el futuro, generalizar, concebir infinitos, tener empatía al imaginar las intenciones del otro (Tattersall, 2010), vivir y responder con base en mundos creados por nuestra fantasía, crear ideales, mitos, creencias que permiten coordinarnos en grupos de miles y millones, más allá del límite natural de 150 miembros en tribus no simbólicas (Harari, 2013). La biología terminó su trabajo en tiempos de la Edad Media de Piedra. Creamos historias y creencias que nos gobiernan individual y colectivamente, e inventamos nuevas creencias que han abierto la puerta a los grandes cambios de la Historia que nos han traído al presente. Poseemos el don del Símbolo.
El primer paso es convencernos del papel universal a que nos invitan las circunstancias, cumplirle a México con una renovada identidad que alza la voz mostrando con el ejemplo, el camino a una nueva etapa de una humanidad en paz consigo misma y con la riqueza biológica del planeta, a cuyos códigos y conocimiento, por cierto, solamente nosotros podemos penetrar (Sanabria et al., 2024), así como “vemos” el origen e infinitud del universo. No es poca cosa. Pongamos en práctica lo que nuestro vecino evolutivo, Neanderthal no pudo hacer al no contar con un pensamiento simbólico, que es “planear actividades que nunca antes se han llevado a cabo” (Tattersall, 2010).
1.- México: Pasajero de un barco en peligro.
Nunca imaginé vivir un gobierno en México como el que tomará posesión el 1 de octubre de este año. Sin duda, en la imaginación de muchos se abre una oportunidad única para el país y para la esperanza planetaria. A continuación expreso mi visión centrada en el conocimiento de cualidades distintivas de nuestra especie.
Sin duda la responsabilidad número uno del gobierno mexicano es buscar el bien para la nación, el país, sus habitantes y medio ambiente. El reto para lograr un cambio duradero positivo en la historia de nuestro país como sabemos es enorme. Tal vez los grandes retos como la seguridad, la desigualdad, la pobreza y sus consecuencias no requieren de la ciencia, sino de justicia, honestidad y cambios sociales. A estos se agregan las grandes amenazas globales de nuestro tiempo derivados del abuso de recursos naturales que nos ha llevado al cambio climático eventualmente irreversible, la extinción masiva de especies, por un lado, y por el otro, el sistemático avance hacia una guerra mundial en el momento de mayor riesgo de destrucción nuclear que jamás hayamos enfrentado. Si bien hasta hace pocos años se ha argumentado el rol de “detente” de las armas atómicas como un freno a la guerra total, se han ido extinguiendo en las décadas recientes los acuerdos que limitaban su proliferación hasta el Nuevo START que expira a inicios de 2026 y del cual Rusia ya suspendió su participación (Hennigan, 2014). Estamos acostumbrados a ver la canalización exorbitante de recursos de grandes economías en armamento, y que con la guerra en Ucrania, muchos países están incrementando aún más. Sería bueno tener los datos, ¿A cuántas casas, hospitales, escuelas, equivale una ojiva nuclear o un misil?. No hay semana que pase sin noticias del paso a alta velocidad al enfrentamiento. Es una exacerbación del papel que históricamente ha tenido la guerra en la economía del capitalismo, con las consecuencias en la inseguridad y violencia en grandes regiones del planeta, las migraciones y desigualdades entre Norte y Sur.
Estamos igualmente acostumbrados a la idea de que un ciudadano común no tiene capacidad de influir en este devenir, dada la magnitud del poder económico vestido y disfrazado con el discurso como bandera de salvar la democracia en las Cruzadas Modernas de Occidente y su resistencia a ceder en su hegemonía planetaria. Nuestra modernidad se caracteriza por la grandeza mágica de la ciencia y la tecnología en manos de una humanidad tremendamente salvaje y desigual. Es cierto que ese discurso aprovecha leyes hermosas como la Declaración de los Derechos Humanos firmados con el origen de la ONU, que lucen en el papel, pero están muy lejos de ser acatadas y de reflejar la realidad. El mismo contraste se da entre los mejores artículos de nuestra Constitución Política (https://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/CPEUM.pdf) y la realidad en nuestro país. Por otro lado, contribuímos con nuestro grano de arena con nuestros laberintos del inconsciente colectivo de una identidad de conquistado (Paz, 1950). En breve, Las Cruzadas, la ONU, nuestra Constitución Política y laberintos, son todos hechos que dan evidencia del aparentemente intangible poder de la palabra, ya sea como bandera de millones y ejercicio del cinismo, como guía y esperanza, o como limitante herencia imaginaria. En todos los casos son poderosos mitos vigentes que ilustran un rasgo fundamental de la naturaleza humana.
Sabemos de los costos de quien se rebela al poder hegemónico porque tenemos memoria histórica, no solo como país, sino, en nuestra identidad extendida del alma, historia y culturas latinoamericanas. Sabemos del riesgo de levantar el volumen de nuestra voz pacificista y genunina que puede, si así lo decidimos, prodigar la invitación a caminar todos a un nuevo mundo donde se aprecie, respete y disfrute en paz la diversidad biológica del planeta y de nuestra especie, así como la pluralidad cultural que todavía no extinguimos. De hecho, México contribuye a la diversidad cultural de la humanidad en forma extraordinaria con su riqueza étnica, idiomas, variedad culinaria, tradiciones, cosmovisión, arte, literatura, en breve, una gran riqueza que suma a la riqueza cultural de toda la humanidad. De igual forma, Latinoamérica es el hogar del 40% de la biodiversidad estimada del planeta, y solo nuestro territorio, del 10% (https://www.worldatlas.com/nature/the-10-most-biodiverse-countries-in-the-world.html). Son hechos que debieran cantar las cuerdas vocales de la identidad de todo mexicano en las mañanas bajo la ducha, mirando por la ventana el perfil nevado del Iztaccíhuatl. Porque así de grande es el gigante que el momento actual nos regala e invita a despertar con el volumen en alto de nuestra voz articulada expresando a dónde y cómo podemos proseguir caminando en paz. El problema de la alternativa del silencio ante el recuerdo histórico de represalias, coerción, castigo o exterminio, es que, ante la magnitud de los riesgos planetarios, el silencio ya no es garantía de sobrevivencia alguna. Abrazar y amar en equidad las múltiples expresiones de diversidad y formas de ver el mundo es un camino a la sabiduría individual y social que ha sido muy castigado. Es y ha sido una bandera del desarrollo humano inclusivo frente al poder de la hegemonía unipolar omnipresente.
“Parece alarmista” empieza diciendo Hennigan, en efecto no es exageración decir que esta generación y la que sigue serán las que les toque vivir, ya sea la destrucción de la humanidad como la conocemos, o bien la que verá y participará en el surgir de una nueva era. Esta encrucijada no trata solamente de la generación específica que se encuentre viva antes de la destrucción nuclear masiva o antes del cambio climático fuera de control, sino que está en riesgo toda la memoria acumulada de la creatividad y expresión de generaciones de miles de años que constituyen la historia a la que tenemos acceso, la identidad de la que somos herederos y que nos da el punto de partida como sociedad e individuos, remontándonos hasta los orígenes de las distintas civilizaciones de todos los rincones del planeta. También destruiríamos el único experimento de vida que conocemos en el universo con la gran riqueza biológica que aún no destruímos, y que ha creado al único Ser Simbólico que conocemos capaz de conocer, investigar, percibir y transformar el mundo, y por lo tanto el único con la oportunidad de sentirse guardián, heredero y parte de semejante riqueza, seguramente única en la Vía Láctea. No es poca cosa.
2.- México: Tripulante con la Humanidad y el Planeta.
Estamos en un momento único, pero no estamos en la época de Lázaro Cárdenas (Browner et al., 2024). Estamos en la época-década en que se discuten 10km/seg/Millon de parsecs de diferencia en la velocidad de expansión del universo gracias al Hubble; en la época en que un adolescente en Japón puede expresar tonterías que hacen reír a otro en México; compartimos en tiempo real a nivel planetario emociones, alegrías, frustraciones, amores y tristezas; relaciones afectivas y laborales; cultura, entretenimiento, sabiduría e historia; economía, bienes, trabajo, comercio y migraciones; soluciones, solidaridad, salud y trasplantes; peligros, cambio climático, contaminación, distrés, daño y consecuencias. Estamos ya viviendo, y escribiendo con muy mala letra, la historia redondamente única, de la Humanidad.
La fuente del poder que ha generado los poderes de destrucción es la misma que nos da el camino a una nueva humanidad: la ciencia y la tecnología; el conocimiento que se ha ido generando por siglos acumulados de curiosidad por entender las fuerzas y arquitectura del universo, de nuestro mundo y nuestro ser. La propuesta es hacer uso del conocimiento y las tecnologías existentes para la creación de una nueva era de la humanidad en armonía con la naturaleza y el medio ambiente. De beber de la ciencia entendida no solamente como sus productos, sino sobre todo como actitud, como cultura abierta que experimenta, como una forma de la curiosidad, como forma de cuestionar y resolver problemas, como forma de relacionarnos con el conocimiento y por ende con nosotros mismos, y como fuente creadora de estrategias, métodos y tecnologías que llegan a confundirse con la magia. Aunque no lo mencionara, me parece obvio también el cultivar, expander y darle el lugar al ejercicio de la filosofía y a otras formas de conocimiento y sabiduría. Tenemos las herramientas, las tecnologías, el conocimiento de procesos y de nuestra naturaleza biológica, contamos con los ingredientes sobre la mesa. La receta se puede delinear claramente. El reto mayúsculo es implementar un cambio integral que llegue a todos los ámbitos de la sociedad,
Todo arranca tomando plena consciencia de que México puede construir el epicentro de la transformación urgente de la humanidad con base en el profundo compromiso con la ciencia y el conocimiento, junto con los valores humanos universales para crear los cimientos de una nueva organización social de una humanidad tecnológica en paz consigo misma, con el planeta y el universo. Las circunstancias nos regalan la oportunidad como tripulantes de darle un giro a la dirección de la Historia e iniciar las bases sociales de una humanidad tan infinita como nuestra imaginación. ¿Cómo caminar en esa dirección?
Sin duda lo primero es convencernos plenamente, dibujar el camino, y ver con qué herramientas contamos, por lo que sugiero revisar con base en el conocimiento actual, los rasgos esenciales de nuestra naturaleza humana. ¿Cuál es la naturaleza del ser humano como especie, qué capacidades tenemos, cómo nos regimos como sociedades, cómo hemos logrado obras de gran magnitud desde la antigüedad?
3.- Escalando Sapiens.
Con las herramientas actuales del conocimiento se estima que hace entre 70 a 100 mil años, se dieron las condiciones para que con las mutaciones genéticas propias de nuestra especie, surgiera la revolución cognitiva que dio origen al lenguaje humano (Tattersall, 2010; Bolhuis et al, 2014). Las palabras no dejan fósiles, pero sabiendo que provienen de nuestra capacidad simbólica por excelencia, nada tontos, nos agarramos de objetos simbólicos, tales como cuentas de conchas perforadas, placas geométricamente grabadas, o el uso tecnológico del fuego (Brown et al., 2009), para ubicar el origen del animal simbólico que somos. En efecto, la capacidad del habla, de construir oraciones, es semejante a la de caminar, a la de ver y percibir, en el sentido que son parte de nuestro repertorio de capacidades biológicas gracias a nuestra anatomía. Dicho de paso, es notable que el mismo idioma con el que reflexionamos y escuchamos nuestra intimidad, es el mismo con el que compartimos y pertenecemos a la sociedad y a la humanidad. Nuestro don, o cuerpo simbólico es a la vez individual y social, por eso nos humaniza, nos permite hoy escuchar las ideas de Sócrates y de tanta otra creatividad generada durante los cerca de 2500 años del pensamiento escrito. Ojo, así como el habla involucra una anatomía que podría ahogarnos ante el riego de llevar líquidos y alimentos a los pulmones, de igual manera, con el símbolo surge la opción al cinismo, cuando intencionalmente la palabra miente hechos conocidos por el que la expresa, cinismo que corta y fractura por igual el interior de individuos, de naciones y de la humanidad. En efecto, el cinismo solo se da cuando somos conscientes de la diferencia entre palabra y hechos, a diferencia del grillo de Mallarmé que es lo que canta, e incluso tal vez el orangután, e incluso Neathal al no ser animales con el don y consciencia del Símbolo.
Surge el lenguaje como el mejor “órgano biológico” para expresar el pensamiento, surge la oportunidad de imaginar lo invisible como el mañana y así hacer planes, de concebir infinitos, de crear historias, leyendas, mundos ficticios, de crear mitos y creencias que, además, pueden ser compartidas entre grandes cantidades de individuos. Como explica Harari, logramos rebasar “el máximo tamaño natural… de unos 150 individuos” cooperando con éxito al creer “en mitos comunes.. que sólo existen en la imaginación colectiva de la gente”, como son dioses, naciones, dinero, derechos humanos, leyes, justicia (Harari, 2013, págs 40, 41). Nace la capacidad de imaginar ideales que funcionan como banderas que se arraigan en la colectividad y generan una cohesión social que explica en buena medida obras monumentales en muchos rincones del planeta con tecnología infinitamente menos desarrollada a la actual. Algunas de las ideas, creencias y preguntas han perdurado en la cortísima vida simbólica documentada que llevamos. Otras han cambiado, se han actualizado y expandido. Nuestra fidelidad al Símbolo es sorprendente. Nos podemos parar de cabeza para hallarle sentido a cualquier cosa. Como diría Blaise Pascal, odiamos el vacío simbólico, el sinsentido, si bien paradójicamente, con el giro del planeta, cumplimos cada noche el ritual biológico y entramos al territorio misterioso de cuando el órgano del símbolo duerme y sueña.
A través de vaivenes de una historia evolutiva de cerca de 4 mil millones de años, se nos ha otorgado el ejercicio desenfrenado de un poder, que como un niño con el fuego, seguimos descubriendo sus alcances y peligros. En efecto, todo indica que la revolución cognitiva brota liberada de la obligación de satisfacer una necesidad. ¿O acaso le serviría al hombre de la Edad Media de Piedra, saber de números imaginarios? La evidencia e interpretación más plausible es que el poder simbólico proviene de otro tipo de proceso evolutivo, del mismo tipo que dio lugar al vuelo en las aves como una nueva función de plumas que surgieron para controlar la temperatura en dinosaurios; o el de la conquista de la tierra por tetrápodos con extremidades que existían cuando eran estrictamente acuáticos. Todos ellos ejemplos no de selección, sino de “ex aptación” como se le denomina al proceso evolutivo del famoso dedo del panda, también ilustrado por los triángulos inevitables entre un domo circular y las cuatro columnas en la Catedral de San Marcos (Gould y Lewontin,1979).
La evolución lleva su ritmo y desde hace 70 mil años se considera que no han habido mutaciones que hayan modificado las capacidades cognitivas de nuestra especie. Así que la diferencia abismal del hombre recolector de las cavernas a la forma de vida actual es logro de nuestra sociología, de nuestras organizaciones sociales y sus cambios. Esos cambios y sus frutos son otra evidencia más de que el don Simbólico contiene la oportunidad de Humanizarnos, esta vez gracias a nuestra capacidad para atravesar cambios sociales. Recordemos que “En 1789, la población francesa pasó, casi de la noche a la mañana, de creer en el mito del derecho divino de los reyes a creer en el mito de la soberanía del pueblo.” (Harari, pág 47).
Sorprende pensar que la capacidad del lenguaje verbal es parte de nuestra biología, mientras que el alfabeto y con él la escritura son inventos tecnológicos. El alfabeto que conocemos con cerca de 30 símbolos inventado por los fenicios al simplificar los jeroglíficos de escribas egipcios que surgió hace cerca de tres mil años, y el concomitante origen del libro, son ambos, inventos sin los que no podríamos imaginar la humanidad que conocemos. Facilitaron a muchos el acceso a los mitos sagrados y creencias, provocaron una multiplicidad de consecuencias humanizadoras y emancipadoras que requieren libros enteros para leer y disfrutar (Vallejo, 2013). Por ejemplo, el nacimiento del libro, en papiro o arcilla, eliminó la necesidad de juglares, trovadores o bardos de guardar la memoria verbal de la tribu, abriendo la puerta a la multiplicidad de historias imaginarias, desconectadas de la realidad (Vallejo, 2013). De igual forma, hace unos 500 años, el invento de la imprenta “revolucionó nuestros modos de entender el mundo” (Company, 2022) para también decirlo brevemente. De igual forma el internet y los “dispositivos simbólicos” asociados nos dan un acceso prácticamente ubicuo al conocimiento, si bien no todas son buenas noticias como bien sabemos. Es decir, el animal simbólico que somos ha y sigue inventando tecnologías que multiplican, expanden y escalan su ejercicio simbólico. Y en todos los casos, fiel a la propia naturaleza del símbolo que vive libre de las restricciones de aquello que representa, la historia nos muestra el efecto emancipador, liberador de restricciones, de cada brinco simbólico. Podemos pues afirmar, el hecho sustentado en estas evidencias, que un brinco simbólico abre nuevos horizontes, que es y será emancipador.
Finalmente, hoy nos toca vivir la más reciente revolución de las tecnologías simbólicas, la capacidad de procesamiento de la inteligencia artificial con los LLMs (modelos grandes de lenguaje, por sus siglas en inglés) con el que podemos construir nuestro telescopio-microscopio Hubble del lenguaje, y tal vez también el de las secuencias genéticas de lo viviente y sus múltiples códigos (Sarabia et al., 2024), para mencionar apenas dos ejemplos de la fiebre tecnológica actual que multiplica sus aplicaciones. Estará en nuestras manos encauzar el uso de sus aplicaciones, como las de cualquier tecnología.
En breve, octubre 2024 en México, imagino la voluntad política para encauzar al buen uso social de las recientes aplicaciones tecnologías simbólicas, basados en el entendimiento de los elementos de nuestra naturaleza simbólica. Reconozco que las aplicaciones y proyectos específicos a continuación, tienen una gota de ciencia ficción, en el sentido de que asumen capacidades tecnológicas específicas cuya implementación es incipiente. Sin embargo, la viabilidad de esta ficción descansa en que el avance tecnológico actualmente es tan vertiginoso, que vivimos fantasías que de la noche a la mañana se alcanzan e incluso rebasan lo esperado. ¿Cuál es una opción para el largo camino hacia una nueva humanidad?
4.- Aterrizando el inicio de un largo camino. Paso 1.
Los pasos de transformación serán más firmes y efectivos si las ideas y cambios propuestos van acompañados del a dónde, el porqué y el cómo. De hecho, imagino que el rol de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, o dicho más simple, lo más parecido a una Secretaría del Conocimiento, tendría como uno de sus roles esenciales el de crear la visión y proponer objetivos ofreciendo las herramientas y metodologías para su implementación, haciendo uso de conocimento y tecnologías antiguas y modernas, adaptándolas a nuestros propósitos.
A continuación esbozo propuestas específicas relacionadas con el conocimiento, a considerar como ejemplos, como un borrador incompleto, que aterriza una forma de ver, consciente que muchos son objetivos a largo alcance, con dificultades considerables en su implementación. El camino es largo, y no pretendo para nada que estas ideas sean suficientes. Arranco con una propuesta que va más allá de una Secretaría de Ciencia, para completar diez.
1.-Reafirmar la tradición pacifista de México no solo en su política internacional, sino en todos los niveles de organización y vida social interna. Hacer explícito el compromiso de que la ciencia y la tecnología será usadas con estricto apego a soluciones civilizadas, pacíficas, sin uso de violencia en todos los niveles de organización de la sociedad y sus ciudadanos. La comunicación no violenta podría ser parte del aprendizaje formal. Podríamos promover el 14 de febrero como el Día Internacional de la Paz Mundial, dado que, para el asombro, el 14 de febrero de 1967 se firmó el Tratado de Tlatelolco que proscribe las armas nucleares del Rio Bravo a la Patagonia. Ante esta tradición hace sentido elevar el compromiso pacífico a nivel constitucional tal y como es el caso de la Constitución de la India (artículo 51), agregando el compromiso del uso pacífico y en beneficio social del conocimiento y la tecnología. Participar, promover, y darle nuestro sello a la creación de los Estados Unidos del Planeta (http://worldparliament-gov.org/constitution/the-earth-constitution/).
2.- Con una visión humanista que toma a la ciencia y al conocimiento como fuente magna de guía e implementación de su quehacer. Una visión no centrada solamente en el acceso a sus beneficios (Art 3 fraccion II de la Constitución), sino en la práctica de la actitud científica abierta ante toda forma de reto, conocimiento y curiosidad. Por actitud abierta me refiero a reconocer que por más conocimiento que tengamos siempre será una fracción ante el misterio infinito de entender el universo; que toda pieza de cualquier tipo de conocimiento tiene cierto grado de certeza o confiabilidad; siendo la ciencia la que alberga las piezas de más alta confiabilidad, y a la vez reconociendo conocimiento más allá de la ciencia.
3.- Que una misión central de la Secretaría de Ciencia sea la de promover, definir criterios y ofrecer metodologías para poner en práctica la actitud científica abierta en todos los ámbitos del uso social del conocimiento.
4.- Que la misión de la Secretaría de Ciencia incluya la definición de estrategias para implementar el buen uso (i.e. no dañino, no adictivo, no es fé) de la interacción humana con el conocimiento y la tecnología. Por ejemplo, eliminar el componente adictivo incrustado en la base algorítmica detrás de tantas redes sociales accesibles en nuestro territorio.
5.- Que dicha Secretaría tenga la responsabilidad del diseño e implementación de criterios y recursos metodológicos para incrementar la calidad de representación e intercambio del conocimiento en todos los ámbitos de la sociedad. Empezando, por ejemplo, definiendo las métricas de dicha calidad, como son que toda pieza de conocimiento incluya la evidencia, la fuente, y un contexto, como propiedades inherentes a todo conocimiento. Puedo imaginar un organismo autónomo semejante al INEGI, un Sistema Nacional de Conocimiento y Actitud Científica Abierta, responsable de promover y difundir (incesantemente) valores, normas, y metodologías. Así como ofrecer recursos para una sistemática actualización de la enseñanza a todos los niveles. Por ejemplo, sospecho, ojalá me equivoque, que ni la naturaleza biológica del lenguaje, y menos aún su concepción como “el uso infinito de recursos finitos” en palabras de Wilhelm von Humboldt, está ausente en prácticamente todos los ámbitos de la enseñanza en nuestro país.
6.- Iniciar la biblioteca digital multilingüe de conocimiento con textos y colecciones que satisfagan criterios de calidad de representación del conocimiento apegándose a un formato universal en el que todo conocimiento: (i) está acompañado de su evidencia y fuente; (ii) tiene un contexto y (iii) se expresa a distintos niveles de entendimiento y por ende es accesible en principio a todo lector.
7.- Ubicar la verdad y el conocimiento en igualdad con la libertad de expresión. En efecto, la libertad de expresión (Art 7 de la Constitución) está limitada (Art 6, primer párrafo) por ataques a la moral, delitos u orden público, pero tal parece no impide la lluvia de mentiras y desinformación que empaña el alma y entendimiento social de la humanidad.
8.- Institucionalizar el camino a la integridad humana, empezando con el decidido ejercicio contra el cinismo, haciendo un uso honesto y útil de la diferencia entre la palabra y los hechos. Puedo imaginar un anexo a la Constitución donde se describa en números la realidad actual de la población vs los derechos constitucionales -a la salud, al techo, a la educación, al alimento, a la cultura, al deporte..- como un sueño a alcanzar.
9.- Promover y crear metodología para reforzar el ejercicio de la administración pública con criterios, estrategias y metodología de procesos de gestión de proyectos, con métricas de avances de dominio público. Avanzar para llegar a que toda campaña incluya propuestas en forma precisa, cuantificable, comprensible a todo ciudadano. En breve, crear metodología para elevar la ética en la acción de la administración y la política, cerrando el paso justamente al cinismo y la mentira.
10.- Creo que sería más incluyente y visionaria una Secretaría del Conocimiento, con una Subsecretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación y una Subsecretaría de la Integridad Humana. En esta última podrían caber las métricas del cinismo y su implementación, la búsqueda de metodologías de más largo plazo, i.e. el diseño transgeneracional de la salud emocional de la familia; proyectos de investigación que enriquezcan la integridad humana, tocando la puerta a metodologías para un humano más sabio. Y más ampliamente iniciar y promover con cuerpos de expertos la actualización y redefinición de conceptos fundamentales de nuestras identidades individuales y de los conceptos, y supuestos de nuestras formas de organización social. En breve dar cabida y organizar la ficción viable y en su caso con evidencias y posibles métodos. A manera de ejemplo, al entender que la multiplicidad del “YO” incluye organismos cercanos y lejanos de nuestro cuerpo, será natural incorporar al Planeta y todas sus formas de vida en una definición extendida de Humanidad-P. Las evidencias son tan básicas como la fotosíntesis. El nuevo humano podría imaginar la Declaración de los Derechos Universales de las Especies. Más aterrizado propongo la participación de México en el “Proyecto del Biogenoma del Planeta” (EBP por sus siglas en inglés) que busca la secuenciación genómica de toda la biodiversidad de organismos eucariotes del planeta (https://www.earthbiogenome.org/; Lewin et al., 2022) y usarlo a su vez para una integración de la biología desde la taxonomía e identificación, trabajo de campo para muestro de especies, resguardo de germoplasma, secuenciación y análisis bioinformático. Otro concepto a repensar es el de la soberanía de la nación en un mundo tan interdependiente. Al entender el cambio social como un elemento inherente a nuestra historia, sería prudente incorporar en el aprendizaje social, semejante a los simulacros ante temblores, formas que nos preparen (Ver art.39 de la Constitución) para transformaciones colectivas con un menor costo en vidas humanas y dignidad que lo que hasta ahora han costado en la Historia. Con base en el conocimiento nos espera caminar firmemente hacia una humanidad poderosa en lo tecnológico y en lo espiritual. Para decirlo de otra forma, un día podríamos elevar la paz interna (Dusek et al., 2017) como un derecho y ejercicio altamente recomendado en la Constitución.
Cómo citar: Collado Vides, J. (2024, 20 de Septiembre ) Una Posible Transformación Social basada en el Conocimiento. Conogasi, Conocimiento para la vida. Fecha de consulta: Diciembre 7, 2024
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