¿Quién usó anteojos por primera vez en América? Ésta fue la pregunta que me hizo hace unos años la Dra. María Luisa Calvo, del Departamento de Óptica de la Universidad Complutense de Madrid. Es común que los científicos hagan preguntas “fuera de la caja”. Ella trabajaba entonces, entre otras muchas cosas, sobre la historia de la óptica en España colaborando con una historiadora estadounidense, la Dra. Jay M. Enoch, de la Universidad de California, especialista en el desarrollo de la óptica. Recordemos que el Virreinato de la Nueva España, fundado en 1535, tuvo un desarrollo tecnológico importante durante su primer siglo; en 1536 comenzó a operar la primera imprenta en la Ciudad de México, más de un siglo antes de su aparición en Filadelfia; en 1553, y el mismo año en Lima, se fundaron las primeras dos universidades americanas, mucho antes que Harvard en 1636. ¿Se fabricarían las primeras lentes también?
En su artículo [1], Calvo y Enoch escriben: “Hasta la fecha, y a pesar de las múltiples pesquisas realizadas por los autores en Estados Unidos de América y España, se dispone de una referencia única de incalculable valor histórico referente a una copia de un retrato del Virrey Luis de Velasco y Castilla encontrado en el Museo Pecos, en estado de Nuevo Méjico [sic]” cerca de Santa Fe. El retrato es una copia posiblemente coetánea con su primer periodo como Virrey, 1590—1595, que se muestra en la Figura 1. Yo recordaba vívidamente esos anteojos: en la vieja Sala de los Virreyes en el Museo de Chapultepec que visité cuando niño, fue éste el Virrey que más me impresionó; lo veía raro, hasta chistoso. Curiosamente, las Dras. Calvo y Enoch no sabían de este cuadro al óleo, Figura 2, que al pie marca el año 1607, fecha del inicio de su segundo periodo como “Birrey” en 1607—1611. Entre las dos figuras –bastante parecidas– son distintos los escudos, la mano en el segundo, y detalles de la barba, que no es blanca (en 1607 Don Luis tendría 75 años). Queda a discusión cuándo fueron hechos los dos retratos, y si uno es copia del otro; lo que sí queda claro sin embargo, son los anteojos.
En correspondencia posterior, la Dra. Enoch me comunicó su opinión que los anteojos fueron adquiridos en Europa, después que el padre de Luis de Velasco (quien fuera el segundo Virrey de la Nueva España, 1550—1564, llevando el mismo nombre) regresó a España mientras él se avecindó en México otros 20 años –hasta 1585; es decir durante el periodo 1585—1590. La pintura es excepcional por varios motivos, en especial porque muestra que el uso de lentes para corrección visual era un raro lujo. El único otro retrato en España durante esos años de personajes con anteojos es el celebrado óleo del Inquisidor General, Fernando Niño de Guevara, pintado por El Greco en 1600, mostrado en la Figura 3, que cuelga en el Museo Metropolitano de Nueva York. La imagen del Virrey de Velasco parece indicar que sus lentes eran convexas, es decir, que él era hipermétrope (présbita) y que por ello no podía ver de lejos –y menos de cerca. Los vidrios de Niño de Guevara no indican distorsión apreciable, pero es de suponerse que también requería lentes convexas, porque las cóncavas eran más difíciles de producir.
El asunto de las lentes me interesaba mucho porque estaba entonces escribiendo el apéndice histórico de un libro de óptica geométrica, y me hubiera gustado mucho anotar que en México también se producían lentes antes que en la América inglesa, a pesar de que no hay prueba documental que originariamente se manejara otra cosa que no fueran objetos ornamentales en cristal de roca o cuarzo pulido; ciertamente no para corrección visual. Pero en los primeros años de la Colonia pudo haber venido algún veneciano renegado de Murano, o tal vez un holandés de Amsterdam con los conocimientos de fabricar vidrio incoloro para ventanas.
Desafortunadamente, tuve que dejar fuera de mi libro los anteojos del Virrey porque, hurgando en la literatura, encontré mención de una anécdota que contribuye a negar la hipótesis de su fabricación local. Aunque también Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel Marqués de Gelves aparece en la iconografía virreinal usando anteojos en el periodo 1621—1624, con lentes que parecen ser cóncavas, está el caso de nuestro ilustre Carlos de Sigüenza y Góngora (1645—1700), retratado en la Figura 4, quien habrá tenido algo de sinvergüenza porque el Arzobispo de México en una ocasión le propinó unos bastonazos que le rompieron los vidrios [2]; tuvo que esperar tres o cuatro meses para que le trajeran unos nuevos desde los Países Bajos.
Por supuesto, la historia de lentes y anteojos en el mundo no comienza ni termina allí. Vidrios se forman cuando un relámpago cae sobre arena de sílice en un desierto, o cuando ésta se calienta y derrite. Una lente aceptable es difícil de lograr por vaciado; su fabricación mediante tallado con abrasivos aprovecha el hecho que dos superficies que se tallan con movimientos giratorios, una convexa y otra cóncava, terminan por adquirir la forma de segmentos de esferas. El proceso no es rápido porque requiere el uso de abrasivos que deben gradarse de gruesos a finos para que la superficie quede pulida y no disperse luz. De principios del siglo XVI, un celebrado óleo en las galerías Uffizi de Florencia, muestra al Papa León X con una lupa aparentemente cóncava, que usaría un miope severo, como lo fueron muchos de sus parientes Medici. Pero sí, fue el nuevo siglo XVII el que vio el perfeccionamiento definitivo de anteojos como prótesis visuales; su auge comienza entonces, aunque muy pocos retratos formales de personajes de la época los incluyen. Los hubo de distintos modelos: los pince-nez (quevedos) que se sostenían prensando la nariz, los face-à-main (impertinentes) que se sostenían con un mango, y los monóculos que conocemos de las películas, donde militares prepotentes expresan sorpresa dejándolos caer.
En la Nueva España, dos científicos del siglo XVIII que probablemente construyeron sus propios telescopios pequeños fueron el criollo autodidacta Joaquín Velázquez de León (1732—1786) y quizá el más importante, José Antonio Alzate (1737—1799). La Casa Calpini se estableció en 1848 para ofrecer anteojos de corrección oftálmica, importando sus lentes desde Europa y ajustándolos al cliente por prueba y error; en aquel entonces el “sexo débil” no los usaba públicamente porque “afean su belleza”. Pero mucha agua ha corrido desde entonces por el Río de la Piedad; gracias al Dr. Guillermo Haro y muchos otros ópticos competentes, México tiene buena experiencia en el diseño y construcción de instrumentos ópticos científicos, sobre la que espero poder escribir alguna vez en estas páginas.
En el mundo, la corrección oftálmica ha sido revolucionada con materiales plásticos más baratos, durables y maleables que los vidrios, polarizables y de densidad sensible a la luz. Nikon ofrece instrumentos y algoritmos para producir anteojos multifocales con superficies asféricas e índice de refracción progresivo para minimizar aberraciones [3] según las particularidades de cada ojo de cada cliente, aunque su precio los haga nuevamente un raro lujo. Sin embargo, todos los que usamos lentes, aunque ya no son símbolo de distinción ni motivo de vergüenza, preferiríamos no tener que usarlos.
Artículo publicado originalmente “Los anteojos del Virrey” en el periódico Unión de Morelos por miembros de la Academia de Ciencias de Morelos A.C.
Cómo citar: Autor, C., Kurt Bernardo Wolf Instituto de Ciencias Físicas, UNAM Academia de Ciencias de Morelos (2018, 21 de Septiembre ) Los anteojos del Virrey. Conogasi, Conocimiento para la vida. Fecha de consulta: Diciembre 22, 2024
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